Fernando Fazzolari

Exposiciones

Mosquitos

GalerĂ­a Adriana Indik

1985

MOSQUITOS: grandes, perversos, astutos, inevitables.

 

Si alguien vive frente al río en plena ciudad, como es mi caso, tendrá garantidos a siempre estos inquilinos tan inevitables como grandes, perversos y astutos.

 

Sí, además, es susceptible a las picaduras de consecuencias alérgicas, deberá tomar las prevenciones necesarias: en el estatuto Moderno, las espirales, hoy en pleno fermento Postmodernista, las máquinas eléctricas Vape.

 

Sí, en los trazos y trazas de Fernando Fazzolari los mosquitos han decidido tornarlo todo en su obesidad antiparlamentaria: sillones, mosquito, bañeras mosquito, batacianas mosquito, chaisseongue mosquito,etc. Entonces, estamos al borde de verificar que ya no podremos detener la marcha de estos minúsculos insectos jóvenes y confiados, a los que se evita con un simple papirotazo.

 

Estas criaturas que llegan al habitáculo del artista "sedientas como muchachas campesinas tan unidas como un equipo de fútbol; invasores monstruosos, carentes de majestad; son como una plaga bíblica con anteojos invertidos". (Faulkner).

 

Fazzolari, en plena metafórico mosquiteril ha decidido levantar a título defensivo el mosquitero pictórico, y se lanza pincel en mano hacia las murallas abiertas de su taller, para invitar a tan prestigiosas criaturas a que se instalen donde quisieren de su lugar, pan-artístico.

 

Frente a semejante invitación, estos bíblicos insectos alados toman una decisión; convivir y combinarse con el mobiliarío, sin negar la posibilidad de antropomorfizarse.

 

Claro está, que el artista los está mirando con los anteojos invertidos y los escucha con las orejas de madera. Es decir, que no los veía con sus alas zumbonas ni escuchaba sus sirenas ruidosas y exhibicionistas. Luego, el pintor atrapado por el batir de alas y el minúsculo cuerpo cargado con la única cápsula de hemoglobina y la blandura oculta en el vello, alzó su mano y otorgó el contorno a olvidadas formas del vuelo que sentó en sillones, bañó en bañeras, hospedó en gestos trasvertidos.

 

Formas astutamente tejidas más allá del sueño en plena vigilia saliendo del caos. Formas que tal vez correspondan al sueño del pintor, pero simbólicamente se reintroducen en otro cuerpo, el del alma asustada por la fatuidad de las burlas.

 

Esto determinó que surgieran otros zumbidos, ¿como hacerlos visibles? El artista está harto de pensar, tiene que hacer posible que sevea lo pensado. Ese es su desafío. Si todo estaba informe, en plena ausencia de forma, al única posibilidad es rescatar de la no representación el concepto de Figura. Si la palabra ha caducado, el pintor cambia su lengua por los pelos del pincel.

 

"Los mosquitos a la Fazzolari", surgen en lo interno de la representación y en lo representable; en contra de la consolación de las "buenas formas"; en la estrategia del gusto que hace posible sentir e individualizar el deseo de lo imposible; aquello que ya a la búsqueda de nuevas representaciones, no para consumirse en un aleteo-goce, sino para afirmar el sentido de que existe una situación no representable, y el aproximarse a una metafórical cierta tan falsa como verdadera.

 

Miles de individuos y un solo individuo -mosquito, entre el lenguaje artístico y la hipótesis crítica, testimonian el concepto de la figura que surge de otros tantos simulacros reductivos de slujeto- artista, más allá de los semáforos inventados por el supuesto mercado del arte.

 

Hoy, para el artista es muy difícil moverse en los parámetros de actualidad, elegir una idea que permita el viraje de la naturaleza a la cultura visible sin tener que confrontarla con los datos ¿contrabandeados a la situación emergente?

 

Mosquitos a parte, la obra de Fazzolari está inmersa en un debate que no tiene límites establecidos, que organiza los signos y las pausas de su procedimiento en un espacio tormentoso y de acciones mentales en permanente reconstrucción y pasaje de ideas sin excluir las pasiones, como promesa infinita.

 

 Carlos Espartaco

 

Julio de 1985