“CENIZAS DE SIGNOS”
“Una pequeña taberna en Beijing,
Carne con pimientos de Sichuan en nido de pinzón,
Una corvina agridulce.
El pez mandarín en el licor er ge tou
El sabor del vino flotando en el festival de primavera,
La lluvia, caligrafías de la tinta del cielo.”
Stasis, no es posible separar las fuerzas del conflicto
de aquellas de la unión.
¿habrá sido así el camino? Se pregunta un arqueólogo extravagante.
Fuegos de los signos. Carbones, negros de humos.
Las letras del origen.
Sombras que van constituyendo el mundo de los signos,
sus contornos, el hombre, la mujer, las unidades,
los animales, el autorretrato en el espejo silencioso,
los gestos y la gesta.
Los signos así van dando luz negra a la sombra del mundo.
Y el mundo es continuo, de conmutar leves que
a través de generaciones y funden los signos en sus
fonéticas, en los estertores, en las alarmas, en los
Diálogos primitivos.
En la oscuridad de la tinta china una llama tenue
delinea los fantasmas de la realidad, esas sombras
incomprensibles del cuerpo de la existencia.
Representaciones de otra nada del lenguaje, de sus
grafos, de sus fonemas, de las estructuras de sus dientes
y sus paladares hechos sonidos y que el sonido pase
a una forma y la expulsa de su útero palatino y se
repite y se concuerda, hasta hacerlo diccionario,
signo… fonema… conjugaciones del tiempo y de las
personas, la voz y luego esa palabra construida con
esos signos, esas palabras, las cenizas de los signos.
Esa palabra que nos confunde porque cada una
se lee de acuerdo a nuestra propia historia y es unica
en nuestro corazón y así en la política.
Lenguaje – signo – forensia gutural.
Cuando lo propio es el espectáculo.
El texto como supuesta variable computadora de
Un ritual en palabras de Alberto Ure.
Lo sacrificial es una pérdida de eficacia.
La esperanza del reencuentro versus la perdida de
eficacia de lo sacrificial.
Los petroglifos, inalterados originales.
El rasgar la piedra…
La gravedad del papel.
El tajo de la lengua, en la condesa del tajo.
Condena del ojo.
Tajo de boca. Somos orificios.
Un tránsito en el descubrimiento del vacío donde encaja
el eje que soporta el carruaje que desliza la rueda.
El sueño en su olvido termina constituyendo
un cementerio de palabras.
Así el yacimiento del signo es fosilífero.
El habla nos contradice, sentir no es contradictorio.
Tal vez en el fondo de nosotros vibre un secreto
verdadero, desconocido, al que consagramos la vida,
un sueño, ese deseo perdido en el lenguaje que
intenta evocarlo o darle la oscuridad definitiva.
En la antigua China la montaña era nombrada como
ola de piedra.
Reconocimientos y gratitud:
A mi amigo Zhong,
que dio origen a esta muestra... tal vez él no lo sepa.
Fernando García Delgado, hermano, siempre.
A Débora Nacarate, Julio Ernesto Zalazar,
A Suray Richarte, en los signos del cuerpo.
A José Galati, Marcela Fernández.
A Adriana Rizzo siempre por mucho más que todo.
Al Delta, a la naturaleza y al silencio.
A la caverna del pensamiento.